Al fin llegó el ansiado día, ese momento que tanto han esperado 50 niños para compartir un rato agradable con sus padres.
Cierto es que no han podido asistir todos, pero en alusión a la famosa frase de “no están todos los que son pero sí son todos los que están” pasamos una hora y media fabulosa.
No hay palabras para describir el entusiasmo de nada más y nada menos que 35 adultos trabajando con unos “pequeños dinosaurios” que a cada taller que les tocaba más ánimo tenían.
Tras este preámbulo, desgranaré brevemente cómo hemos llegado a tal experiencia.
Todo empezó cuando eclosionó un pequeño huevo en forma de idea que cuando maduró se transformó en ¡Dinosaurios!.
Los había de todos colores, tamaños, longitudes…. Y había que trabajar duramente para aprender lo máximo posible de estos extintos animales. Así, que la mejor forma fue la de acudir a una pregunta que siempre le ronda a un niño cuando trata por primera vez un tema y es…. ¿Qué sabemos?. ¿Qué sabemos de los dinosaurios?.
Ufffffff muchísimas cosas. Desde que unos eran muy grandes y otros más pequeños que un niño de 7 años, hasta que el más fiero y terrible de todos era el archiconocido Tyranosaurus Rex.
¡Qué miedito!
Después de destapar el tarro de las esencias nuestra siguiente parada fue cómo no, ¿Qué queremos saber de los dinos?.
Imaginaos cuantas preguntas surgieron. Desde cómo se extinguieron hasta si su caca era enorme.
Para trabajar más en profundidad cada niño tenía un libro de un dinosaurio distinto en el cual estuvo descubriendo infinidad de curiosidades. Pero lo cierto es que estos pequeños lo que quieren es palpar un dinosaurio, ver una huella suya y llevarse de recuerdo un dino “pequeñín” a casa.
Es por ello que el viernes 22 las clases de segundo se llenaron de plastilina, cartones de colores, moldes, huellas, pinceles, témperas…. y muchas muchas manos para ayudar.
Nos repartimos en cuatro talleres y en cada uno de ellos estaba un grupo de “dinosauritos” ayudados por sus papis. Estos eran los Rex, los velociraptors, los triceratops y los pterodactilos.
Para evitar que coincidieran y se “devoraran” para ver quién era el “Rey” , los ubicamos en un taller de huellas, un taller de moldes, un taller de confección de un mini diplodocus de cartón y finalmente un taller de decoración del pasillo.
Quince minutos intensos en cada taller y ¡CAMBIO!. Había que darse prisa para perseguir y que no me persiguieran.
En definitiva, una tarde intensa con un resultado increíble y muchas, muchas sonrisas. Y una sensación de que … “Esto acaba de empezar”.
Rafael Serrano (profe de 2º)